Guarda palabras en trozos de papel, arrugados en los bolsillos, sobre su mesa, en el bolso, en cualquier sitio donde realmente parezcan olvidados. Palabras que no se atreve a pronunciar pero que viven en su cabeza.
Debe ser que la culpa le pesa, como la puta educación, que nos come terreno cuando algo no sale bien, y aparece como los luminosos de neón parpadeantes que ciegan nuestra autoestima. Nadie es capaz de hacer tanto daño como ella, la educación religiosa y apostrofica y que nos mancha cualquier momento de CULPA, con su rígido dedo acusador que se clava en la víscera mas débil, esa.. la que mas te duele.
Por eso escribe palabras y las deja olvidadas en esos papeles sucios, arrugados, casi perdidos, aunque perdidos estratégicamente
para encontrarlos justo en el momento en que todo empieza a ir bien.Faltaría mas…
Así, autolesionándose, como le han enseñado, ¡que no se diga!.
Hay que saber arder en el infierno, a fuego lento, para sufrir mas, como buen cristiano que traiciona su religión y es quemado por hereje.
Avista de pájaro, Dios debe vigilarnos el redil, como si se tratase de un mar de fueguitos, como escribió Eduardo Galeano en el Libro de los abrazos. «El mundo es eso, un montón de gente, un mar de fueguitos».
Le gusta quemarse, a conciencia, como si de una ducha de agua purificadora se tratara, mientras intenta recordar las palabras que anotará esta vez en otro trozo sucio y arrugado de papel que también dejará perdido en algún bolsillo… » Me declaro bruja, antes de que lo haga nadie».
Disfrutad del fuego.
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