Hace mucho que leo demasiado sobre fotografía, y demasiado poco sobre otras cosas que te llenan la cabeza de historias, necesarias para crear mundos no tan ajenos a los vuestros, digo vuestros porque el mío es … peliagudo, dejémoslo ahí.

Leer con la mirada tampoco está recogido como lectura al uso, ya me entendéis, sin embargo hay todo un entramado de signos, símbolos, gestos, etc, que son dignos de observar y por supuesto recoger en fotografías, que es de lo que hablamos aquí normalmente.

Pero os mentiría si os dijese que me apasionan hablar y escuchar sobre los encuadres, las velocidades, la apertura, ISO,…. NO! A mi lo que realmente me gusta, ME PONE, es desnudar a las personas, hurgar dentro de ellas y encontrar aquello que ni ellos saben que tienen. Cuantas sorpresas nos encontramos habitualmente… incluso nosotros mismos, que creemos  conocernos tan bien.

Enseñar la superficie para comprender su fondo, aquel fondo que si mostrásemos de manera explicita nadie se interesaría por el, porque es demasiado duro, o quizás demasiado cotidiano, tanto que hemos dejado de mirarle con ilusión. Esa es una magia que contiene la fotografía para la que no hay que ser ni un reconocidísimo fotógrafo, ni un entendido en imagen, solamente has de abrir la mente y dejar que todo te impresione. El conjunto de luz, el orden de todo lo que compone la fotografía, incluso con sus fallos, debe impactar en tu cabeza a través de tu retina.

Es todo tan sencillo, o quizás tan complicado como sintonizar la maraña que tenemos en nuestras cabezas con lo que percibimos, llamadle fotografía si queréis.