Me gustaba.
Me gustaba porque no le conocía, tenía arrugas en los ojos y en la frente, de pensar imaginé…
No le conocía y le inventé un pasado a medida. A mi medida.
Tenía la piel escrita, unas manos con historia y sus ojos… sus ojos preferí no mirarlos para que no delatasen su realidad.
Cerrar los ojos cuando chocaban nuestros labios era solo resistencia para poder seguir creando nuestra historia. Una historia que yo inventé.
Inventé todo un sistema solar donde las estrellas fuimos nosotros, tan ardientes como fugaces. Como son las historias que yo invento.
Una mañana, entre el calor, el sudor y los jadeos, ocurrió lo inesperado. Me encontré frente a sus ojos mirándome fijamente cuando desperté.
Cogí mi ropa, mi bolso y mi teléfono y salí de aquella habitación con la excusa de hacer una llamada urgente.
Aún recuerdo el olor a infierno entre la multitud y el sonido horrible de mi teléfono.
Le olvido cada vez que las noches son oscuras, como sus ojos…
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