Calculo que le habría visto un par de veces antes, siempre corriendo pedía un café sin ni siquiera quitarse el abrigo y dejaba las monedas sobre la barra antes incluso de que se lo sirviera. Se lo bebía de un solo trago y me daba los buenos días sin mirarme a la cara.
No era especialmente atractivo, pero esa manía de huir antes de poder intercambiar apenas dos palabras me sacaba de quicio.
Lustros me parecían los días hasta que llegaban las 9 a pedir el café. Ya era una rutina que esperaba a diario.
El martes pasado todo fue diferente, no acudió a las 9 a tomar su café solo de un sorbo. La sorpresa fue verle entrar a la hora en que ya estaba cerrando a última hora de la tarde, su cara era distinta y trabajar años como psicóloga de almas errantes ( camarera) hace que sepas cuando algo pasa a los clientes asiduos.
Iba a decirle que estaba cerrado cuando me pidió un café y … no pude negarme. Cerré la puerta, dejé solo una luz encendida para que nadie mas siguiese entrando y le serví el café de siempre solo que a diferente hora. Le dije que estaba invitado porque la caja ya estaba cerrada y me miró, sonrió y me preguntó mi nombre. Le mentí como acostumbro a hacer y me dijo :»hoy llego justo cuando todos se han ido porque quería verte a solas». A mi se me cayeron todas las palabras que tenía pensadas días atrás.
No sé exactamente como empezó todo, solo que afuera empezó a llover y en el almacén del café se nos cayó la ropa.
De los restos del incendio aún guardo cenizas.
Tan sutil y bonito… me he quedado con ganas de leer más y más. Me encanta tu blog! :)
Muchas gracias Noelia
Un beso
«Psicóloga de almas errantes» me encanta esa definición…..
Lo son José…gracias.